Agua, peces y libros. Criaturas marinas que deslizan sus ondulantes cuerpos ante mí. Es como estar soñando, como estar dormido sin estarlo. La musicalidad de las burbujas que danzan a mi alrededor se mezcla con el sonido y el olor del agua salada. Estoy en un universo de un azul infinito.
Las rocas y los corales que se adhieren a ellas cuentan historias en un lenguaje nunca descifrado, y un crepúsculo acuoso y sin sentido se divisa al fondo de esta nada eterna…
Y otra vez de vuelta a esta ensoñación de cristal, volando por el agua, nadando sobre el cielo hasta parajes deshabitados, compartiendo la belleza de la sencillez con esas criaturas de la noche. Las olas se duermen y la profundidad mágica de este mundo parece no tener fondo, parece querer que la explores hasta los rincones más recónditos. Las notas musicales de los musgos se meten en tus oídos hasta llegar a tu cabeza e invadir tu mente con trozos de mar verde, y los peces nadan a tu alrededor, produciendo un susurro de todo y nada, acariciando la superficie de lo ajeno, rozando la locura excesiva. Llorando por las estrellas perdidas de la noche. Anunciando la muerte de un sol que nunca llegará. Recogiendo con tesón las lágrimas de luna que caen como lluvia sobre el agua y revuelven tu pelo.
Cómo me gustaría estar allí y no ser prisionera de esta eterna metamorfosis.
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