Somos los perfectos parabatai. Protegiéndonos las espaldas sin descanso, nunca nos separarán, amigas y compañeras hasta el final.
.........................................................................................................................................................................................................................Ave Atque Vale. "For you to be my eyes when I do not have them. For you to be my hands when I cannot use my own. For you to be my heart when mine is done beating."

jueves, 20 de junio de 2013

Runas en mi Piel. Fic de Cazadores de Sombras - Capítulo 1

Capítulo 1

Naia y yo habíamos sido los mejores amigos desde que tenía uso de razón. Nos gustaba escaparnos de nuestras clases y correr por los desiertos pasillos del Instituto, huyendo de nuestro mentor, que nos perseguía hasta quedarse sin aliento.
     Solíamos ir juntos al parque y hacer carreras para ver quién escalaba antes un árbol, y después de que ella me ganara (siempre lo hacía), nos quedábamos tumbados en las ramas contándonos cosas mientras veíamos cómo el viento movía las hojas del árbol.
     Ella tenía un año menos que yo, una deslumbrante melena rubia, ojos verdes grisáceos, y una enorme sonrisa; era bajita, delgada y muy ágil, por lo que escalaba muy bien. También era muy inteligente, y dibujaba genial.
     Naia era mi alma gemela. Allá donde estuviera ella, estaba yo. Nos divertíamos juntos, y mi vida en el Instituto habría estado vacía sin ella. Cuando jugábamos al escondite, era un hacha. Siempre se buscaba un nuevo lugar donde ocultarse, y yo acababa desistiendo a encontrarla, por lo que ella se reía de mí constantemente.
     El lugar favorito de Naia era la enorme biblioteca que ocupaba una gran parte del ala izquierda del Instituto. Cuando ella estaba triste, solía esconderse en un pequeño y oscuro hueco que había entre dos estanterías, y muchas veces se quedaba dormida allí, con lo cual pasaban varias horas sin que nadie la hubiera visto, y todos los habitantes del instituto se volvían histéricos buscándola. Me costó varios años encontrar el lugar donde se escondía, pero desde entonces fue como nuestro escondite secreto.
     Cuando la madre de Naia, la directora del Instituto y un importante escaño en La Clave se iba de viaje a Alacante, cosa que ocurría a menudo, Naia y yo solíamos quedarnos al cuidado de mis padres, que cada vez que jugábamos juntos o reñíamos por cualquier tontería se miraban y decían cosas como “Ay, que bonita pareja...”. Entonces yo abrazaba a Naia por la espalda hasta casi aplastarla, y ella soltaba uno de sus “¡Aaarghhh! ¡Quita!”, y me empujaba lejos. Yo me reía de ella, que me miraba con asco, y mis padres soltaban risitas tontas. Los mayores solo pensaban en tonterías y en cosas aburridas como el amor.
     Si mis padres tenían una misión de última hora (básicamente, todas las misiones lo eran) y tenían que salir cuando la madre de Naia se encontraba fuera, nos quedábamos al cuidado del profesor Sigh, un Nefilim viejo y gordo que hacía mucho que había dejado de luchar para dedicarse a la enseñanza. El profesor era nuestro mentor, y nos daba aburridas clases de religión y latín “para educaros en el arte de los guerreros Nefilim”, como él solía decir. Naia era una estudiante muy aplicada y sacaba siempre muy buenas notas, pero yo me aburría mucho en clase, porque me parecía una tontería que un Cazador de Sombras tuviera que saber latín para matar a un demonio. Yo tenía muchas ganas de cumplir los 12 años para comenzar a aprender a luchar como hacían mis padres.
     Cuando nos quedábamos con el profesor siempre nos estábamos burlando de él, haciendo tonterías como peleas de bolitas de papel entre nosotros (bolitas que nunca acertaban el objetivo e iban a parar a la calva del profesor Sigh) o corriendo de un lado al otro del Instituto mientras éste nos perseguía sin aliento, hasta que acababa tirado en el suelo, rojo como un tomate y sudando como un pollo, intentando recuperar el aliento. Le gustaba murmurar cosas como: “No dais más que problemas. Cuando seáis mayores seréis unos revolucionarios, puedo verlo. Lo que nos espera a todos cuando estos dos crezcan...”. Creo que él nos odiaba bastante, y cuando le hacíamos esas cosas solía mandarnos el doble de deberes, aunque merecía la pena por ver su cara.
     Pero cuando Naia y yo nos encontrábamos a solas con su madre, la cosa cambiaba completamente. La madre de Naia, Lynette, una Cazadora de Sombras de origen francés, era una mujer muy seria y estricta. La familia de Naia se suponía que era muy rica, y como solía decir su madre, “provenimos de una larga estirpe con sangre de la realeza, y debemos hacer honor a nuestro apellido comportándonos como unas damas de nuestra categoría se supone que deben hacer”. Naia había sido educada para ser una señorita, y bien que lo demostraba cuando estaba en presencia de su madre. Pero yo sabía que dentro de ella escondía un alma rebelde, que no estaba de acuerdo con la educación que le proporcionaba su madre, un alma guerrera. Alma de Cazadora de Sombras.
     Lynette era una mujer cuadriculada, ordenada y estricta. Siempre vestía de gris y llevaba su cabello rubio platino recogido en un perfecto moño estirado sobre la nuca. Su espalda estaba recta como una vara, y juntando eso con su seria cara y su agria mirada, daba una impresión imponente y aristocrática. Pero aristocrática al estilo de esas viejas estiradas de las películas históricas. Su aspecto hacía que pareciera, al menos, diez años más vieja de los treinta y dos que tenía por aquel entonces. No se parecía en nada a su hija, no tenía espíritu de Cazadora de Sombras. No me gustaba.
     Cuando estábamos con su madre, Naia dejaba de ser mi alocada mejor amiga para convertirse en una pequeña dama de postura correcta y palabras corteses. Yo intentaba lo más que podía portarme como un buen chico, pero era incapaz de resistirme a sacar una sonrisa de la cara seria de Naia, y siempre acababa picándole o poniendo caras raras hasta que ella no podía más y soltaba una risita. Entonces su madre bajaba la aburrida revista que siempre estaba leyendo, levantaba la mirada hacia nosotros, nos miraba echando chispas por los ojos, y decía:
     —De verdad, hija, no sé cómo puedes relacionarte con personajes tan maleducados y rebeldes. Eso no es propio de una señorita.
     Entonces yo le sacaba la lengua con odio, y Naia contestaba:
     —Pero, madre —sí, llamaba madre a Lynette, ella era muy estricta con respecto a eso—, Jar es mi mejor amigo. No tengo más amigos aquí, no es justo que me prohíbas estar con él.
     Entonces ella me miraba de nuevo con odio, suspiraba, y se iba murmurando “este chico solo va a darnos problemas...”, y cosas por el estilo. Yo miraba cómo se iba con una sonrisa de suficiencia, y después comenzaba a pinchar a Naia en el hombro con mi dedo, hasta que ella empezaba a reír y gritaba: “¡Para, idiota!”. Entonces se tapaba la boca para ocultar su risa, esperando que su madre no la hubiera oído. Y entonces yo estaba seguro de que había recuperado a mi mejor amiga.
     Siempre tuve la sensación de que no le gustaba a Lynette. Nunca supe por qué lo hacía. Quiero decir, era un niño algo revoltoso, muy rebelde, y en su opinión no era adecuado para una “señorita” como Naia, pero no recordaba haberle hecho algo tan horrible como para que me odiase. Ella simplemente me miraba con odio cada vez que me veía, como si hubiera algo hecho algo tan malo que no podía cambiar. Siempre se quejaba de mí, y buscaba cualquier excusa para reñirme por mis inocentes bromas.
     Pasó el tiempo, y yo cumplí doce años. Las clases con el profesor Sigh pasaron a un segundo plano, y comencé a entrenarme junto con mi padre para aprender a luchar. Durante unos meses aprendí más sobre los Nefilim entrenando de lo que lo había hecho sentado en una silla. Aprendí a usar las armas, técnicas de todas las clases de artes marciales, a defenderme, y sobre todo, a defender a los demás.
     En ese tiempo estuve algo separado de Naia, pero ella solía ir a verme entrenar cuando terminaban sus clases, y cuando yo acababa me sonreía, decía lo bien que lo había hecho, me revolvía el pelo y me daba una botella de agua. Después íbamos juntos a dar una vuelta, y nos contábamos mutuamente lo que habíamos aprendido ese día.
     Antes de que me diera cuenta, había pasado un año, y ya era la edad de Naia de comenzar a entrenar. Cuando se lo comenté ella rió emocionada, y fuimos a preguntarle a mi padre cuándo comenzaría a entrenar con nosotros.
     Lo encontramos en el despacho de Lynette, hablando con ella. Bueno, no sé si hablar es la definición correcta. Más bien estaban gritando.
     —Es una Cazadora de Sombras, Lynn —decía mi padre—. Es su obligación como tal ser entrenada para luchar.
     —¡Naia ha sido educada para ser una señorita, no una asesina! —contraatacaba Lynette— Tal vez tenga sangre Nefilim, pero nunca permitiré que sea como vosotros. Soy su madre y su tutora, y le prohíbo acercarse a la sala de entrenamiento. No permitiré que le ocurra algo malo, y es mi última palabra, Roger.
     La madre de Naia se giró para marcharse cuando nos vio a los dos espiando. Miré a mi amiga. Sus ojos estaban brillantes por las lágrimas.
     —Madre, yo... —comenzó a decir con la voz rota, pero antes de acabar la frase su madre cruzó la sala en dos zancadas, la cogió de la mano y se la llevó de allí.
     Miré cómo se desplazaban por el pasillo a la velocidad de las largas zancadas de Lynette. Naia se giró para mirarme con sus preciosos ojos llenos de lágrimas, diciendo con su expresión “Ayúdame”.
     Me dispuse a salir corriendo hacia donde ella estaba cuando sentí la pesada mano de mi padre sobre mi hombro.
     —Déjala, Jareck.
     —Pero...
     —No puedes hacer nada, hijo —me cortó—. Déjalo.
     Le miré con odio mientras la ira se deslizaba sobre mí.
     —¿Por qué? ¡¿Por qué?! ¡No es justo! Naia estaba tan emocionada de que por fin iba a entrenar con nosotros, y esa idiota ha...
     —Basta —volvió a cortarme mi padre, esta vez mucho más serio. Se arrodilló junto a mí y me miró. Sus ojos grises, reflejo de los míos, estaban llenos de dureza y a la vez tristeza. Justo como imaginaba que estarían los míos, ahora que la ira comenzaba a desvanecerse y la impotencia se abría paso en mi corazón.
     —Lynette es la madre de Naia —dijo mi padre—, da igual lo que ella o cualquiera de nosotros quiera, al final es ella la que tendrá la última palabra. Aunque si la Clave se entera de esto y Naia reivindica que quiere ser entrenada como Cazadora de Sombras, poco podrá hacer ella por evitarlo.
     Terminó con un suspiro. Al principio pensé que esa era una opción genial para solucionarlo, pero algo en la mirada de mi padre me indicó que no era buena idea. Tal vez porque no quería meterse en problemas con la Clave, o tal vez porque la madre de Naia era muy importante en ésta y seguramente no serviría de nada.


     El caso es que al final no pude hacer nada para evitar que Naia no fuera entrenada.

*-*-*


1 comentario:

  1. ALUCIFASCINANTE, ANE O.O
    ME ENCANTAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA :D
    ¡Sigue así, es superjalapeich! ;)
    AAAAAAASDFGHJKLÑ!!

    ResponderEliminar

Comenta nuestras locuras :))